La calabaza es el fruto de la calabacera, pertenece a una familia bien conocida en nuestras cocinas, las cucurbitáceas. Es pariente, por tanto, del calabacín, el pepino, la sandía o el melón, plantas trepadoras o rastreras de las que existen más de 800 variedades en todo el mundo.
Las calabaceras son plantas que crecen extendiéndose por el suelo en forma de vid, con ramas capaces de colonizar el terreno rápidamente entrelazándose y formando nudos a veces retorcidos. Las hojas, generalmente grandes y anchas, con lóbulos, y cubiertas con un ligero pelillo. Las flores se asemejan mucho a las del calabacín, amarillas o más anaranjadas, con forma de trompeta.
Los frutos o bayas crecen, por lo general, a ras de suelo, apareciendo entre las hojas y ramas, y pudiendo alcanzar un enorme tamaño, según la variedad. Pueden ser redondeadas o alargadas, chatas o con forma de violín, con la piel lisa o rugosa. El color también varía mucho, desde el crema pálido o casi blanco hasta naranjas intensos y toda una gama de verdes. Lo que sí caracteriza a las calabazas es la piel más dura, más o menos gruesa, y un interior que guarda las semillas en el centro, planas.
La carne o pulpa es, por lo general, suave pero no tan blanda como el calabacín o el pepino, y contiene menos agua. Dependiendo de la variedad puede presentar un color más anaranjado o más pálido, con una textura uniforme o fibrosa.
Sabemos que los pueblos antiguos conocían la calabaza, en sus formas silvestres y que también la cultivaban, con numerosos usos más allá del consumo de su pulpa. Muy probablemente, en un principio se apreciarían más por el uso de las semillas y de la propia carcasa del fruto, que gracias a su dureza y forma ofrecía -y ofrece- una gran utilidad práctica como recipiente, herramienta o instrumento musical.
El cultivo de la calabaza fue prosperando en zonas cálidas y húmedas, siendo más complejo su desarrollo en climas muy fríos o secos, pues necesita
mucho sol y no resiste bien las heladas. Tampoco hay consenso científico sobre cómo llegarían las primeras calabazas a América; quizá fueron las semillas por mar, o puede que a través de colonizadores.
En España, la producción de calabazas ha estado durante mucho tiempo limitada más a la temporada de invierno, pero su cultivo se ha multiplicado en apenas una década. La superficie cultivada, en las distintas variedades, ha crecido un 156% en diez años, con 130.200 toneladas recolectadas en el año 2019, en 4100 hectáreas.
Tradicionalmente la mejor época de consumo se sitúa desde inicios del verano hasta finales del otoño, si bien, hoy en día, la producción se extiende a prácticamente los doce meses del año. Este gran abanico, unido a los excelentes rendimientos de las calabazas postcosecha, nos aseguran poder disfrutar de la hortaliza en cualquier época. Una calabaza sana, entera y con el pedúnculo intacto, se puede almacenar durante meses y meses en un lugar oscuro, fresco y bien ventilado.
La llegada de calabazas tradicionales de otros países, junto con el desarrollo de nuevas variedades y la recuperación de productos locales, hacen complejo establecer un listado completo de todos los tipos de calabaza que hoy podemos encontrar en las huertas y en los comercios.
Cacahuete o violín.
Es la más cultivada en España, también la que más ha crecido en esta década. Llamada squash en inglés, diferenciándose así claramente de la pumpkin típica de Halloween, la calabaza cacahuete es alargada, de piel clara y lisa, con una base más ancha y una pulpa de color naranja vivo. Es una de las más versátiles y agradecidas para cocinar, con la piel fina y la pulpa prieta, firme y muy sabrosa, sin ser excesivamente dulce.
Potimarrón o Hokkaido.
Más redondeada y achatada, con frutos que no suelen superar el kilo y medio de peso, aunque puede crecer mucho más si se deja ir a su aire. La piel es más dura, de color naranja más intenso y surcada con líneas verticales paralelas de tono más claro. Aún menos apreciada en España, su cultivo se dedica casi enteramente a la exportación europea. Es más típica de invierno, menos acuosa y más dulzona.
Bilbao
Recuerda por su forma a la cacahuete aunque esta puede ser mucho más grande, con un cuerpo muy alargado. La piel es de color verde oscuro con franjas más claras alargadas, que pueden teñir la piel de tonalidades amarillentas. La pulpa de de un color intenso naranja más oscuro que la cacahuete.
Calabaza vinatera o del peregrino.
También conocida como calabaza valenciana blanca, muy popular durante siglos como instrumento o útil de diversos usos, por ejemplo como cantimplora, una vez vaciada, seca y curada. La pulpa es blanca y tierna, recordando más a un calabacín.
Patisson
Las calabazas patisson, panete, bonetera, ovni o Peter Pan
Son calabazas de verano, aplastadas, con forma de estrella; son una combinación de un platillo volador con una campana de iglesia. Pueden ser de distintos colores: amarilla, blanca o verde (esta temporada en tu huerta hay amarilla y blanca).
De origen francés. Muy apreciada por los gourmets en la cocina mediterránea, sobre todo en Francia y en nuestros vecinos del sur.
En la cocina española es aún poco conocida. Tienen excelentes cualidades gustativas, de carne muy fina y firme, fáciles de digerir (podemos considerarlas dietéticas).
Se cocinan como los calabacines u otras calabazas; se puede preparar de mil maneras, tanto en platos fríos como en platos calientes. Se pueden hornear, saltear, hacer al vapor, fritas, a la parrilla, rellenas... Combina muy bien con otros productos como cebolla, puerro, patata, etc. Se usan además como ornamentales.
Curiosidades. Se cruzan fácilmente con los calabacines (cosa potenciada por nuestros nuevos amigos este verano, los bombus), por lo que a veces la forma en la que se desarrollan en lugar de tener forma de ovni, tienen forma alargada, como el calabacín. O adquieren distintas tonalidades, como mezcla amarilla-verde o blanca-verde, por ejemplo.
Propiedades. No tiene apenas calorías y es muy rica en vitaminas (contienen vitamina C, B1, B2, PP, calcio, fósforo, hierro, magnesio, caroteno). Es ideal para usar en dietas de niños, además de ser perfecta para las personas con sobrepeso e hipertensión.
Propiedades y beneficios nutricionales
En general, la calabaza comparte las mismas propiedades de las hortalizas cucurbitáceas, destacando por ser un alimento con bajo contenido calórico que ronda las 32 kcal por cada 100 gr de porción comestible. Aunque la cifra exacta pueda variar según el tipo de calabaza o su punto de maduración, estamos ante un producto de baja densidad calórica que, sin embargo, resulta muy saciante gracias a su contenido en agua, fibra e hidratos de carbono complejos.
La calabaza, como otras hortalizas, es un alimento rico en agua y de baja densidad calórica. Aporta principalmente hidratos complejos, acompañados de fibra y variedad de micronutrientes, entre los que destaca su aporte de carotenos de todo tipo como ha demostrado un estudio realizado en Austria, así como en potasio, vitamina A y vitaminas del complejo B.
Su fibra, entre la que podemos encontrar pectinas y lignanos tienen valiosas propiedades para el organismo dada su capacidad de retener agua así como también, glucosa.
Además de sus valiosas propiedades nutricionales, no podemos dejar de nombrar su gran utilidad al momento de cocinar y comer sano, ya que la calabaza es muy versátil y podemos adicionarla a variedad de preparaciones para dar sabor y color mientras sumamos buenos nutrientes y muy pocas calorías.
Beneficios de la calabaza
Por su riqueza nutricional y su bajo aporte energético la calabaza es ideal para enriquecer platos cuando buscamos adelgazar. Asimismo, debido a que su fibra absorbe agua, podemos saciarnos fácilmente con su consumo y favorecer el tránsito intestinal para prevenir o revertir el estreñimiento.
Asimismo, se ha comprobado que sus hidratos de carbono, aunque poseen sabor dulce, podrían ser beneficiosos en la prevención y tratamiento de la diabetes, debido en gran parte a su riqueza en fibra que retiene glucosa y la arrastra por el intestino.
También se observó en roedores que la ingesta de calabaza podría ayudar a prevenir las complicaciones de la diabetes así como a mejorar el perfil de lípidos en sangre, lo cual sería de ayuda para prevenir otro tipo de enfermedades metabólicas evitables como por ejemplo, las dislipemias.
Por otro lado, su riqueza en carotenos y vitamina A convierte a la calabaza en un alimento ideal para proteger la piel y la visión, así como también se ha asociado el consumo de carotenos a menor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares y en un estudio publicado en Trends in Food Science & Technology se demostró el efecto anticancerígeno de los carotenos, por lo tanto, la calabaza como otras hortalizas y verduras puede tener grandes beneficios para el organismo.